Como en todas las historias, en la vida tenemos buenos y malos momentos. Momentos en los que aparece un hada madrina para salvar la situación y momentos en que la madrastra nos arruina los planes.
Después de la tormenta llega la calma, pero a veces la calma tarda en llegar. Los cuentos nos hacen creer que todo es muy bonito, que todas las historias acaban bien, y rápido. Pero no es cierto, aunque sí que a veces la situación mejora.
Es difícil ser objetivo y ver las cosas con claridad, especialmente cuando la abuelita resulta ser el lobo. Pero en muchas ocasiones aparece el leñador para arreglarlo todo.
No debemos desesperar. Es cierto que tenemos malos momentos, y la espera de la llegada del príncipe encantador se puede hacer larga. Pero debemos pensar en todos los obstáculos que se interponen en su camino. Quizá no nos conoce, quizá tiene vergüenza, quizá ha perdido nuestro teléfono o simplemente no se atreve a llamar. Pero pensemos en los cuentos. Esto se traduciría en vastos desiertos, altos picos y hondos valles que dificultan su llegada al castillo. Donde tampoco le será fácil llegar hasta nosotros.
Pensad en el dragón. El dragón, es decir, nosotras. Es difícil de aceptar, pero cuando estamos mal, llegar hasta lo más hondo de nuestro corazón para salvarnos y sacarnos de la torre es una misión difícil. Así que no desesperéis si no llega el príncipe, seguro que está de camino.
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