Todos pasamos por malas situaciones. Momentos de bajón en los que no hay manera de ver la luz al final del túnel. En que nos sentimos completamente perdidos y ni siquiera sabemos por dónde empezar a buscar.
En estas situaciónes, es prácticamente imposible mantener la mente calma y ver las cosas de manera objetiva, pero es lo primero que deberíamos hacer. Al fin y al cabo, en la mayoría de casos, por suerte, lo malo solo afecta a una parte de nuestra vida. Así que debemos valorar todo el resto tal y como se lo merece. A lo grande.
Además, en esos momentos, siempre aparecen personas dispuestas a echar una mano. Los que esperas, los que no esperas. Todos y cada uno de ellos aparecen a modo de salvación. Una luz en medio de la oscuridad que nos hace ver que no estamos solos y que, si lo necesitamos, nos ayudaran a encontrar el camino o, por lo menos, a hacerlo menos tedioso.
Gracias a ellos vemos que nada está perdido. Que podemos estar mal, pero estaremos mejor. Y que si nos dejamos llevar por todo y todos los que nos llenan, quizá llegue un momento en que ya ni siquiera sintamos el vacío. Y ahí, en ese momento, volveremos a ser felices y a sentirnos nosotros mismos. Otra vez.
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