Quizás, quizás, y tan solo quizás, lo que me pasaba por la cabeza al volver a casa aquella noche de frío invierno era algo más que una simple idea. Llevaba rondando mi cabeza más de dos años, y tenía la sensación de que no lo podría contener durante mucho más tiempo. La pena se mezclaba con la rabia y la rabia se convertia en impotencia pero todo ello, acababa en felicidad. Demasiados sentimientos para gestionarlos todos a la vez. Yo creía que estaba bien pero, por alguna razón, aquella noche se me vino encima. Todo de golpe, sin previo aviso. Empecé a llorar sin ninguna esperanza de parar en un rato, así que decidí sentarme en el primer banco que encontré en el paseo de San Juan. Hacía viento y en aquel banco estaba expuesta de lleno a él. Sentía como que me despertaba y daba vida. Una sensación extraña.
Let the music cheer your life, but never let the silence make you feel alone.