Después de haber navegado por mi vida durante más de 22 años, he llegado a la simple y terrible conclusión de que esta no es más que una carrera a contrarreloj contra el más perseverante enemigo que nos podamos imaginar. El tiempo.
Día tras día buscamos la felicidad en la vida. Pero ya sea en los pequeños detalles o en la grandes cosas, toda acción, pensamiento u objeto que nos pueda aportar felicidad requiere tiempo. Tiempo y, en la mayoria de casos, dinero.
Es de saber general que existe la creencia, acertada o no, de que el dinero no da la felicidad. En mi humilde opinión, este estamento es parcialmente verdadero, pero no del todo. Tengo la idea de que la vida sin un mínimo de dinero no permite llegar a ser completamente feliz. Todo el mundo es temporalmente feliz por una sorpresa o un detalle diferente. Pero sin las necesidades mínimas cubiertas, no se puede esperar alcanzar la felicidad en su totalidad.
Este hecho nos lleva a pensar que, si para ser feliz hace falta tener dinero, hay que trabajar lo cual, a su vez, nos supone un gasto del tiempo que deberíamos invertir pars ser felices. Esto sin tener en cuenta aquellas cosas que supuestamente nos hacen mas felices y cuestan dinero, que nos quitarían incluso más tiempo.
En resumen, a parte de todo eso, jugamos con la desventaja de que con el tiempo vamos perdiendo facultades. Y ni siquiera sabemos el tiempo del cual dispondremos para poder disfrutar de la vida. Así que todo el mundo acaba viviendo contra el reloj. Intentando sacar todo el jugo posible y arrancando minutos de cada momento para disfrutar mientras se puede.
Y luchando, luchando por poder aprovechar más tiempo, porqué vivir menos es hacer menos, y hacer menos es ser menos feliz. O eso dicen.
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