Hay cosas de las que no nos damos cuenta hasta que nos afectan, directa y negativamente a nosotros mismos.
Resulta que, en Barcelona, los títulos de transporte, ya sean de uno o más viajes, se presentan en forma de tarjeta de cartón. Aún siendo algo muy negativo para el medio ambiente, ya que son desechables, normalmente su valor no asciende a una cifra considerable y, por tanto, se le quita importancia.
El problema, no obstante, aparece cuando la tarjetita de cartón llega a valores de más de cien euros. Resulta que los títulos unipersonales, de duración entre uno y tres meses, son exactamente iguales que los de un viaje, haciendo muy fácil que se estropeen o rompan, especialmente durante tan largo periodo de tiempo.
Debo reconocer que todo el mundo, tanto de TMB como ATM y TRAM, fue muy amable. Pero tuve que recorrer Barcelona durante toda una mañana por culpa de un conjunto de eventos desafortunados. Resulta que la máquina en la que compré la T-jove, se quedó sin tinta o, por alguna razón, no imprimió toda la tarjeta y, al cabo de un mes, la tarjeta se estropeó. Estando la tarjeta falta de información vital y siendo ésta imposible de leer, nadie excepto la compañía de la máquina en la que la había comprado me podía cambiar la tarjeta al momento.
Todo esto me llevó a pensar, ¿cómo puede ser que una tarjeta de tanto valor sea de cartón y tenga la misma banda magnética que una de un viaje?
Creo que por el medio ambiente pero, sobre todo, para evitar todos los problemas que dan este tipo de abonos, debería plantearse un sistema de tarjetas recargables de plástico, como las que ya existen en muchos lugares del mundo.
Unas parecidas a las del supermercado en las que se puedan cargar viajes, o también una "tarifa plana" de transporte. Y preferiblemente que no necesiten contacto para validar, haciéndolas así incluso más resistentes, ya que no sufren desgaste.
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada