Estando sentada en el bus que la llevaba a casa, el 7, desde la universidad, pensaba sobre el día de San Jordi. Para muchos y, sobre todo para muchas, el día más esperado del año; para el resto, un día cualquiera, o el recordatorio de que no tienen pareja, una tontería como cualquier otra que sirve de excusa a los más pesimistas. Para ella, un día lleno de optimismo, un día en que recuperaba la ilusión de saber que las personas seguían teniendo un poco de generosidad en el fondo del corazón.
Entonces se dio cuenta de que el chico del bus no estaba. Su amigo de viaje. Un castaño muy apuesto, de ojos marrones y con barba bien afeitada y cara de simpático con quien siempre coincidía al volver a casa. Ya se saludaban. Despistada pensando en eso, bajó en la parada de Balmes-Consejo de Ciento, que estaba justo delante de su casa, casi no oyó el “¡hola!” que le dedicaban desde una parada de rosas al lado del paso cebra. Su asombro fue enorme. ¡El chico del bus! No supo cómo reaccionar. Se quedó parada, mirándole, sin decir nada.
- Puedes acercarte, no muerdo.
Dijo él, con una sonrisa de oreja a oreja. Era tan guapo… Al final volvió a la realidad y se le acercó.
- - ¿Qué haces aquí?
- Vendía rosas solidarias para una ONG de la cual soy voluntario pero ya iba a recoger, pues es tarde y hace rato que no vendo nada.
- - ¿Qué vas a hacer con todas las rosas que te han sobrado? ¿Puedo comprarte una?
- - No. Están reservadas.
Dijo convencido.
- - ¿Todas? ¿Quién las ha reservado?
- - Yo.
La chica quedó asombrada, triste. Su amor platónico tenía pareja… Era de suponer.
- - Vaya pues… me voy a casa. ¡Hasta mañana!
- - Espera un momento.
Ella ya había empezado a andar y, en darse la vuelta le encontró con un ramo de rosas en la mano, con los brazos hacia ella, ofreciéndoselo.
- Las rosas eran para ti. Hace tiempo que quería invitarte a cenar. ¿Vendrás conmigo?
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada