No
sabía qué hacía allí. De hecho, no sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta
allí. Estaba en un pueblo muy antiguo, con las casas de piedra y sin coches, sólo
algunos carros de caballos. Me quedé allí, de pie, con mi indumentaria poco apropiada
para la época y el lugar. Llevaba unos tejanos y una camisa blanca, al
contrario de la gente a mi alrededor, que vestía con ropas más antiguas. Vestidos,
trapos…, y muchos de ellos no llevaban zapatos. Mire a mi alrededor y sentí
como si ellos no me pudiesen ver. Pero había una chica que no paraba de
mirarme. Era como si la conociese. Nos miramos a los ojos, hasta que un hombre
chocó contra mí. Entonces me decidí y fui a hablar con ella.
-
¿Disculpe, donde estoy?
-
Está en “Blancaluna”, un pueblo de las “Zonas Altas”.
-
¿En qué año?
-
1626. – Supongo que la sorpresa en mi mirada decía todo lo que ella
quería saber. Aún así preguntó.
-
¿De qué año viene?
-
2015. – Entonces fue su sorpresa la que me hizo sonreír. Pero no
parecía que pensase que estaba loco.
-
¿Por qué no está asustada? ¿Cree lo que le digo?
-
Sí, le creo. No estoy asustada porque mi abuelo me contaba historias
sobre personajes como usted. Que llegan con indumentarias extrañas y de años
futuros.
-
Y, ¿qué que venían a hacer aquí?
-
Tenían una misión, y cuando la cumplían, se iban. ¿Cuál es su misión?
-
No lo sé.
-
Y, entonces, ¿por qué está aquí?
-
Ese es mi problema. No sabía dónde estaba, ahora ya sí; pero sigo sin
saber cómo he llegado hasta aquí ni lo que debo hacer. – Empezaba a estar
preocupado.
-
Entonces, venga conmigo, por favor.
-
¿Va a ayudarme? ¿Por qué?
-
Primero porque no puede quedarse aquí con esa ropa. Segundo porque si
no le ayudo yo, nadie le ayudará. Nadie más puede.
La
seguí hasta su casa. Era una casa pequeña, de piedra, oculta en una callejuela
entre las calles más concurridas del pueblo. Si no fuese porque iba con ella,
no la habría encontrado. Entramos por la pesada puerta de madera. La ligera
iluminación de la entrada procedía de una vela que había encima de una mesa y
la luz de la chimenea. Subí las escaleras con ella y me guió hasta un cuarto.
-
Espere aquí, por favor.
Sólo
tardó 5 minutos. Cuando volvió, traía ropa de hombre de mi talla y de la época
apropiada.
-
Muchas gracias.
-
De nada. Le espero abajo.
Después
de cambiarme, bajé las escaleras y entonces la descubrí. Mi misión. En una
silla de madera estaba sentado un hombre que no conocía, pero de quien había
oído hablar, y mucho. Tenía delante de mí una leyenda del mundo mágico, un
personaje que había marcado un antes y un después en la historia. El primer
hombre que cambió definitivamente de época (y el único). Pero mi sorpresa fue
aún mayor cuando me llamó por mi nombre.
-
Venga João.
-
¿Cómo sabe mi nombre?
-
Yo hice que viniese.
-
¿Por qué?
-
Amélia, ¿puedes dejarnos, por
favor?
Me
contó su historia, cómo había llegado allí, del año 1930 al 1595.
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