Estábamos escuchando el concierto de Año Nuevo en el auditorio. La música era excelente. La orquesta estaba tocando “Explosions” de manera fenomenal y, aunque todos sabíamos que al final habría un gran estruendo y caería confeti de colores del techo, esa vez fue diferente. Todos oímos la explosión, pero fue mucho más ruidosa de lo habitual. Escuché el sonido y todo se volvió negro. No sé qué pasó después. Noté como el techo se me venía encima, no podía ver nada y un molesto y constante pitido sonaba en mi cabeza. No podía soportarlo más y, al final, morí. O eso creía entonces, pero no fue así. Alguien me rescató de entre las runas y me llevaron a las ambulancias con el resto de supervivientes. Estábamos todos en estado de shock.
Miré a mí alrededor desde la camilla al despertar. Solo veía gente llorando, bomberos corriendo de un sitio a otro, el edificio en llamas. Al menos lo que quedaba de él. Era una imagen desoladora. Alguien me dijo que me estirase, que debía descansar. No era consciente de lo que me pasaba, yo me sentía bastante bien.
Me porté bien durante un rato, no me moví, intenté relajarme y no pensar en lo ocurrido. El corazón se me aceleraba y me entraban ganas de echar a correr para ayudar a los que quedaban allí abajo, sepultados por las runas, pero no podía. Me habían dicho que debía descansar. Aún así, yo sería más útil ayudando, estaba seguro. Intenté incorporarme. No me sentía las piernas. Miré hacia ellas, y no recuerdo nada más. Sólo sé que estaban completamente manchadas de sangre, y no las sentía, eso no podía ser buena señal.
Volví a despertar en el hospital, estaba aturdido. No sabía si había sido una pesadilla, pero my corazón lo negaba. Me costó darme cuenta de dónde estaba. Abrí los ojos lentamente, me pesaban los párpados. Y, cuando me vi rodeado de paredes blancas y vislumbré la camilla de al lado y al doctor a los pies de la mía se me aceleró el corazón. Me di cuenta de que era real. Tenía la respiración pesada, el pulso rápido, sentía el frío sudor recorriendo mi espalda. Y no podía sacarme de la cabeza la imagen de mis piernas ensangrentadas. No podría vivir sin ellas. Tenía miedo.
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